EL SILLÓN DEL MORO
¡NO HAY DE QUÉ!
La cara de tontos que se nos queda cuando nos miran a los
ojos y nos recuerdan que para que mejore la Educación -yo siempre la pongo con mayúsculas por
deformación intelectual- es necesario aumentar el ratio de alumnos en cada
aula; reducir, hasta casi eliminarlas, las becas, pues solo consiguen, dicen,
crear alumnos vagos y poco motivados; disminuir hasta la asfixia las dotaciones
a los Programas Erasmus, unos años después de concederle el Premio Príncipe de
Asturias a la
Cooperación Internacional en el 2.004.
La mueca en el rostro que se avecina cuando nos dicen que
para mejorar la
Sanidad Española -por
deformación social la escribo con mayúscula- se hace imprescindible reducir la
plantilla de los hospitales y, al tiempo, privatizarlos para obtener mayor
rentabilidad.
No pienses que esta cara es la mía habitualmente, es la que
se me ha quedado cuando en la pantalla de la tv he oído al político de turno
decir que es necesario un recorte profundo en Investigación -sí, con mayúscula-, y que los salarios en
España están excesivamente altos con respecto a la media europea –por favor,
que revisen lo que las empresas pagan a la Seguridad Social ,
de las más altas en Europa-, o que la Reforma Laboral
está dando sus frutos en un país con casi
6.000.000 de personas -no se nos
olvide que se trata de personas, no solo números o estadísticas- engrosando las
listas del desempleo, y que en ocasiones se les culpa de la situación en la que
viven, bien porque no buscan el anhelado empleo o bien porque no emigran fuera
de un país que aparentemente no los quiere desocupados, para mayor deshonra. La
última moda es demonizarlos como gente egoísta que no desea un futuro para
ellos mismos o para sus hijos, personas con escasa vocación solidaria con el
resto de los españoles: ¡fuera, aquí no os queremos! es el grito que muy pronto
se dejará oír en algunos foros reaccionarios.
La cara de pardillos que se nos pone cuando una y otra vez
nos mienten los políticos de un lado y otro de la orilla, y a nuestro alrededor
no escuchamos las voces del descontento, solo gente complaciente y castrada que
en ocasiones justifica las aberraciones, corrupciones y exabruptos de sus
acólitos, porque así se les ha ordenado, porque eso es lo correcto, porque se
comulga con las ideas, y con las mentiras. ¿O tal vez es que estamos tan ciegos
que no vemos lo que ocurre a nuestro alrededor? ¡Cómo se desmonta el estado de
bienestar que a fuerza de lucha, pactos y a veces sangre, hemos conseguido en
30 años! ¿Es que no es evidente?
Mírate al espejo y observarás la cara de ingenuo, tarado,
demente, memo, mentecato, tontaina, necio, bobo y estúpido que a algunos se les
queda en esta parte del cristal. Solo nos queda, como respuesta a sus medidas,
y a sus mentiras, pronunciar aquello de ¡gracias!,
por los ajustes -no se nos ocurre
denominarlos recortes- y que nos respondan los políticos tramposos, aquello
otro de ¡no hay de qué!
Manolo Ozáez
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