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lunes, 17 de agosto de 2009

Llámame cuando quieras

3.-Era tarde y aunque siempre se dice aquello de “llámame cuando quieras” nadie piensa que será a las cuatro de la mañana. Así que tras cerciorarme de que en la calle todo estaba negro decidí vestirme con lo primero que encontré tirado encima de la silla; un polo que olía a tabaco y unos vaqueros que no recordaba tan fríos. Salí de mi pequeño piso y me dirigí a la esquina donde esperaba mi compañero sentimental. Tienes mala cara -me dijo-. La suya estaba peor, por lo visto había tenido una pequeña pelea de bar. Tal vez por eso decidí guardarme mi comentario satírico, tal vez por eso o por las lágrimas impotentes que brotaban de sus mejillas.

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