Es asfixiante el tiempo en Bailén, Miguel Ángel. Al sol es fácil que se superen los 40 º, y a la sombra prefiero no estar, por lo que, convencido, tomo la decisión ahora mismo de irme a la playa, Monje. Me echo a cuestas la crisis, o cuanto menos las dificultades, las maletas, los hijos, los enseres -a los perros, que se quedan en la casa, les busco cuidadora para unos días. Es probable que alguien se venga a dormir a la casa para hacerles más viable la espera-, y nos largamos a Fuengirola: chiringuitos, playa, los apuntes y deberes de los niños como responsabilidad a una semana del fin de curso, mi actual libro de Fernando de Artacho, "El Trono y el altar", y arranco el coche en dirección Málaga. Otros huyeron el fin de semana hacia la bella "Easo". Algo se me olvida, pero no caigo ahora en el detalle.
Llevo las llaves de apartamento de Antonio, algo de dinero, las tarjetas de crédito, el DNI, el Permiso de Conducir, buena actitud para disfrutar del fin de semana, ¿qué se me olvida aquí en Bailén?
Cerreé mis compromisos hasta el lunes en la oficina, creo que no le debo a nadie un duro, salvo al banco que es más dueño que yo mismo de mis cosas. Por lo demás, no hay asunto que haya mantenido abierto en falso, pero ¿...? una duda me asalta.
¿Coño!, me dejé a la mujer en el umbral de la casa.
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