Páginas

jueves, 16 de abril de 2009

El cura Mariano y la visita a enfermos

RELATO

El cura Mariano sólo visitaba enfermos a partir del mediodía. Cuando el aromilla de los guisos y de las cocinas aromatizaban el ambiente, el cura Mariano se desperazaba del sillón de su despacho parroquial, estirazaba sus gorditos brazos y cerraba la puerta del despacho parroquial santigüándose para que Dios le guiase por el buen sendero. Los miércoles visitaba a Don Segundo, que tenía ochenta y seis años, y aunque republicano y ateo, su hija Floren hacía el mejor bacalao con tomate del mundo.
-Yahg tah aghí eehh cura ehhte- decía el pobre de Don Segundo cuando su hija Floren le decía que había llegado una visita.
Al pobre de Don Segundo le hubiera gustado tener menos años, unas piernas que lo sujetaran en pie y un buen palo a mano para darle con él al padre Mariano, pero se conformaba con hacerse el dormido en su habitación hasta que el cura se hubiera marchado con viento fresco.
Pero al padre Mariano le encantaba el bacalao con tomate de Floren, y sabía perfectamente que cada miércoles, justo cuando terminaba la visita al enfermo, llegaba de trabajar el marido de Floren, que con buena educación le preguntaba al párroco si no le apetecía quedarse a comer.
El marido de Floren no se llevaba demasiado bien con aquel viejo repúblicano qu tenía por suegro y sabía lo que le fastidiaba que el cura lo visitara cada miércoles.
El padre Mariano remolón, no sabía decir que no en ninguna casa a la que lo invitaran a comer. A veces, cuando Don Segundo era hospitalizado porque se encontraba peor, no hacía otra cosa que rezar por la pronta recuperación de Don Segundo y pensando más en los insípidos trocillos de pollo requemados que le esperaban en la casa de la Beata Josefa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario